¿Ei, Marc, cómo estás?
Odio que me pregunten esto. Sé que es como un convenio social, pero a mí me genera rechazo.
Pongamos un ejemplo: hace una semana que no nos vemos, un mes, o quizás más… y de repente tengo que sintetizar todas las oleadas de estados por los que he pasado en ese intervalo de tiempo para darte una respuesta que sienta que está a la altura de todo lo vivido hasta hoy.
¿Cómo quieres que te responda a eso, si en un solo día paso por 548.753.894.757.043 emociones diferentes?
Para mí, es un alivio cuando alguien hace una pregunta más concreta o simplemente te dice: “Te he echado de menos” o te da un abrazo. Mucho más claro. Mucho más directo.
Y llegado a este punto, si tuviera que resumir o poner en palabras cómo me siento, cómo estoy… diría que es como andar en el Delorean, viendo caras nuevas pero encontrándome con almas que ya conocí. Recuerdos que ya viví, y de repente suceden cosas que para mí son nuevas…
Pero, seamos sinceros: mi cabeza ya tiene la biblioteca bastante llena (como en el final de Interestelar) y va recomponiendo el presente a base de fragmentos del pasado. Ahora estoy aprendiendo a vivir lo que otros vivieron conmigo, pero desde su mirada. Quizás eso era lo que me faltaba comprender.
Sé que suena complejo, incluso enrevesado, pero desde mi primer ataque de pánico —ese que sufrí hace ya unos cuantos años— siento que estoy conectado con una realidad distinta. Y también con una parte de mí que no conocía entonces.
Suerte de las caricias, de las miradas profundas y de esos momentos que me permiten anclarme al presente.
Porque eso, aunque a veces dure poco, ha sido mi verdadera ancla durante este viaje.